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domingo, 7 de noviembre de 2010

Une semaine de Bonté


Durante el verano de 1933 Max Ernst realiza "Une semaine de bonté ou Les sept éléments capitaux" ("Una semana de bondad" o "Los siete elementos capitales"), un total de 184 collages componen esta curiosa edición. Unos meses antes de que estallara la Guerra Civil española, el Museo de Arte Moderno de la capital, actualmente convertido en la Biblioteca Nacional de Madrid, exhibió estas originales composiciones, a excepción de cinco de ellas, que fueron consideradas blasfemas. Existen varias razones por las que esta obra ha permanecido oculta durante todo este tiempo. La primera de ellas tiene que ver con la voluntad del propio creador, quien quiso que el proceso de elaboración de las piezas permaneciera en secreto. Aparentemente, nada se oculta tras estos grabados surrealistas de estética decimonónica y, sin embargo, las obras no son únicamente grabados, sino que se trata de collages tan minuciosamente ensamblados que la huella de Ernst resulta imperceptible. Por otra parte, teniendo en cuenta que las láminas están realizadas superponiendo y pegando recortes de grabados -generalmente extraídos de novelas publicadas a finales del s. XIX y adquiridas por Ernst en librerías de viejo, como una edición de "El paraíso perdido" de Milton, ilustrada por Gustave Doré-, lógicamente somos conscientes de que se trata de piezas delicadas en grado extremo. Después de pasar sesenta años escondidas, las obras originales volvieron a una Muestra en Madrid sin censuras. La novela se divide en siete carpetas que, como reza el título de la misma, son un anticipo satírico de lo que se encuentra en su interior; de este modo, con el juego de palabras "Una semana de bondad o Los siete elementos capitales", Ernst nos hace una alusión irónica a los siete días de la Creación y los siete pecados capitales. Cada carpeta está dedicada a un día de la semana y es de un color diferente que alude de algún modo el tema que se aborda dentro de ella; por ejemplo, el lunes, que es de color púrpura (característico de la alta jerarquía de la iglesia católica) nos presenta al León de Belfort como alegoría de los vicios del poder político y religioso. Este es, sin duda, uno de los temas centrales de esta novela, en la que principalmente encontramos crítica, subversión y parodia antiburguesa. 

La estética novecentista de las láminas llama poderosamente la atención en contraste con la expresividad surrealista que las caracteriza; una contradicción más de esta producción única que para el comisario, Werner Spies, es como un "crimen perfecto": un collage imperceptible en el que Ernst se deshace de la principal característica de esta técnica, su visible construcción fragmentaria, para mostrarnos imágenes aparentemente unitarias -de cuidadísima y equilibrada composición- en las que lo insólito son las imágenes en las que absurdo, realidad, mito, sueño y fantasía conviven bajo una apariencia de total realismo.
Ahora podemos disfrutar de estos dibujos hasta el 12 de Diciembre en el MUNAL  México DF, muy recomendable!

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